300 AÑOS DE LA CASA MEMBRADO

Fachada principal de la Casa Membrado de Belmonte/Bellmunt con el arco del molino oleario municipal en primer término.

TRESCIENTOS AÑOS DE LA CASA MEMBRADO DE BELMONTE/BELLMUNT (1724-2024)

 

 

Ramón Mur

(Reportaje publicado por la revista mensual de Alcañz ‘Compromiso y Cultura’/ CyC en su numero de mayo de 2024)

 El monumental templo barroco de El Salvador de Belmonte/Bellmunt da la espalda a la plaza mayor donde está el edificio consistorial y la mansión de la que fue familia Membrado. La iglesia tiene marcado en el frontis el año de 1742. La casa Membrado es 18 años mayor y lleva grabado en la piedra clave de la puerta dovelada su año de gracia que fue el de 1724. Joseph Membrado, que la mandó construir, la vio terminada después de haberse casado en 1689 con Isabel Bayod.  

        Las fachadas de las casas barrocas del siglo XVIII no están construidas con piedra sillar como las renacentistas. Durante la centuria de la ilustración y de las luces la estructura de una mansión aunque fuera de cierta prestancia estaba fabricada de tapial o mampostería. La casa Membrado presenta en su fachada principal un zócalo de piedra de menos de tres metros y el resto es de adobe prensado. La piedra del basamento estuvo siempre revocada de mortero blanqueado hasta que en los años sesenta del siglo ya pasado se la dejó  al descubierto, que es como está hoy. Es un mosaico de bloques de piedra, unos tallados y otros sin pulimento alguno. Pero la contemplación de esta mezcla se puso de moda hasta hace muy poco. Hoy está ya pasada, como todas las modas. 

         Los edificios barrocos de relevancia se construyeron bajo la premisa de prestar mayor importancia al interior que a su exposición exterior. Casas como la de los Membrado fueron edificadas siguiendo el patrón palaciego de la época con grandes salones y otras estancias mucho más luminosas que las de los casones renacentistas. El barroco abrió balcones con barandales floreados de hierro forjado, como ocurre en la Casa Membrado que luce tres en su fachada. Es curioso comprobar que en muchos edificios del renacimiento se rasgaron las ventanas para convertirlas en balcones, como se puede comprobar en el edificio de la ‘Casa de la Vila’ de Bellmunt y en otras mansiones anteriores al siglo XVIII.   

     

La ventana del ‘quart de baix’ está protegida por esta magnífica reja barroca.

Hasta en las casas más humildes se abrieron balcones a partir del siglo XVIII. Todas las edificaciones del siglo siguiente los tienen protegidos por barandas y balaustres de hierro sin ningún adorno. La plataforma del balcón es de una superficie apropiada para colocar sobre ella al menos dos sillas. En unos casos es de madera y en otros de mampostería. A partir del siglo XIX era muy habitual que las mujeres se sentaran a coser y bordar en el balcón con la persiana apostada sobre la barandilla. Protegidas por aquellas sombrillas de láminas engarzadas, las costureras vigilaban, sin ser vistas,  el paso de  quienes  circulaban por la calle.  Incluso pegaban la hebra con quien les interesaba de forma que el viandante parecía detenerse a conversar con una vecina invisible.         

Los Membrado, en realidad, construyeron dos casas en una sola. La primera en 1724 y la segunda, hacia 1840, se edificó para el sacerdote Mariano Membrado Soro (1808-1865), párroco del pueblo y conocido como el ‘cura Membrado’. La fachada de la casa original tiene tres balcones y tres grandes ventanas en la planta alta que daban al antiguo granero, mientras que la fachada de la que fue casa abacial está adornada con seis balcones cuyas barandillas de hierro decimonónicas son más funcionales que las barrocas. Las dos residencias se comunicaban por una portezuela abierta en la habitación que existe en el piso principal, sobre el arco del Molino Municipal. Los dos inmuebles de la familia Membrado se levantaron en un círculo que rodea las instalaciones del Molino del común o Cooperativa de San José. 

Por el portal del Arrabal 

Los Membrado, que  se  establecieron en Bellmunt a mediados del siglo XVII, debieron de entrar en la población, entonces amurallada,  por el portal del Arrabal. Para su asentamiento, escogieron un espacio situado entre el molino oleario y un freginal conocido como el ‘tancat’, en el vértice de la ‘costeruda’ calle hoy dedicada a Juan Pío Membrado, al lado mismo de la plaza del ayuntamiento. La casa estaba en el corazón del pueblo, en frente del edificio consistorial, pero, al mismo tiempo, desahogada por la periferia, cerca de los extramuros.         

La ubicación elegida permitió a los Membrado contar con un corral en la parte posterior del edificio separado, por una tapia, de un pequeño vergel que llegaba hasta el mismo ‘tancat’.  El vergel y el bancal del freginal están hoy separados por el tramo de carretera que en ese punto se abrió a principios del siglo XX. La contrafachada del caserón da al sol del mediodía y es luminosa a más no poder. Tiene una larga galería abierta, que hasta mediados de los años cincuenta del siglo pasado era de madera, con barandilla de fusta y balaustres de hierro.         

En el vergel de la Casa Membrado, junto a la pared del molino , al lado de un pozo, en la divisoria misma del corral de las gallinas con el huerto, había y todavía existe una higuera de la que siempre se ha dicho que está ahí desde antes de que se construyera la casa, que tiene más años de vida que todo cuanto la rodea. La higuera del  vergel de los Membrado puede que sea una o dos centurias más joven que el pino de la ermita  de San José del que he oído decir siempre, desde que tengo uso de razón, que tiene trescientos años. Si la apreciación fuera cierta, la higuera de los Membrado tendría más o menos la misma edad. Pero el pino de la ermita parece mayor. 

La casa en 1837 

En mi novela  ‘Sadurija’ (1990) describí la casa Membrado tal y como se encontraba en 1837, año en que el hereu, Joaquín Membrado Soro, contrajo matrimonio con Ventura Ejerique Pueyo, de Valdealgorfa. Entonces funcionaban en la casa algunos artilugios que los de mi generación no llegamos a conocer, como el sistema de apertura campanera de la puerta principal del inmueble y del que hoy apenas se conservan  dos piezas utilizadas como elementos de adorno.         

La fachada principal de la mansión, lucida toda ella con yeso y blanqueada, tiene un primer cuerpo de piedra, desde el suelo hasta los balcones, y un segundo de tapial. El alero está compuesto de ladrillos macizos ajedrezados, dispuestos en punta y en tres pliegues hasta el saliente por el que asoma la teja romana. En la primera planta, a la altura de 1837, había tres balcones de forja con mucha filigrana y el granero del piso alto se abría al exterior por una ventana y dos balconcillos simples de madera con ventanos opacos, sin cristales, que hace unos años fueron también transformados en ventanas cuadradas. Todavía existen dos ventanucos pegados al alero que dan luz al desván. 

        Vista de la sala principal de la mansión.

Las estancias principales están comunicadas con una magnífica sinfonía de puertas a dos hojas de una alzada tal que un hombre de mediana estatura no alcanza el dintel con la mano. Tanto el piso de la sala noble como  el del comedor están cubiertos por una pequeña y cuadrada baldosa esmaltada en rojo que llaman catalana y va dispuesta en diagonal. La antesala tiene el suelo de yeso según la fórmula tradicional del país y en uno de sus extremos, en el siglo XIX, la alfombra cubría un entarimado con trampilla que servía de tapadera a un zulo de cuatro metros de profundidad al que se conocía con el nombre de cebadero. En este agujero se guardaron durante las guerras carlistas todos los alimentos y objetos de valor que los dueños de la casa querían poner a resguardo de las tropas de uno y otro bando.         

En la planta principal, las techumbres se elevan tres metros y sesenta centímetros sobre el pavimento y están sostenidas con vigas de pino melis muy resistente al frío y el calor, así como a la humedad o la carcoma. “Les llumeres” están escuadradas con adorno de caña a lo largo y la unión entre ellas se ha conseguido según la técnica tradicional de la bovedilla con encofrado de yeso. El vestíbulo rectangular que , que separa la sala del comedor, tiene un tragaluz alto en el lado  opuesto a la escalera. La puerta del salón es también de doble hoja y de pino melis, con cuarterones hexagonales que llevan incrustaciones de maderas delicadas de tres colores.         

Estas puertas pudieron ser conseguidas en algún antiguo palacio de la orden templaria porque todas llevan el dibujo de la cruz. Pero el armario empotrado en uno de los muros de la sala hace juego con las puertas, es de igual madera y parece ser obra del mismo artesano. La estancia principal es rectangular, muy señorial y sombría, con dos balcones orientados al norte. En uno de los lados hay dos alcobas ciegas con dosel de talla dorada y cortinas de terciopelo verde. Entre alcoba y alcoba hay un gran bargueño con adornos de mucho trabajo. De uno de los lienzos de la pared pende un enorme espejo y bajo él había en 1837 tres butaquitas y un diván forrados en terciopelo rojo que circundaban una mesa de nogal en clásico estilo castellano. Ocho sillas con asiento de enea  y respaldos de altas lanzas, otro sofá más tosco,  cuatro cuadros y dos cornucopias completan, todavía hoy,  el resto del mobiliario, además de un pequeño algurín, disimulado por las guirnaldas pintadas en las paredes.        

  A mitad de la primera guerra carlista o de los siete años (1833-1840), bien se podía decir que si la fachada de la casa daba a poniente y era fría, los dormitorios, el comedor y la cocina eran soleados porque estaban abiertos a la parte posterior, la del mediodía, y tenía cuatro balcones abiertos a dos galerías corridas de madera. 

Archivo y fondos bibliográficos 

En la entreplanta de la casamhay un amplio dormitorio, oscuro, pero muy abrigado con balcón cubierto por el piso de la galería de la primera planta. En esta amplia estancia había dos alcobas con sus vestidores y en ella durmieron siempre los dueños. Desde finales del siglo XIX solo existe una  alcoba y un vestidor. En el emplazamiento de la otra se abrió un despecho- estudio en el que realizó todo su trabajo intelectual el regeneracionista bajoaragonés Juan Pío Membrado Ejerique (1851-1923).    

    

 Estudio-despacho del regeneracionista Juan Pío Membrado

 en su casa familiar de BElmonte/BEllmunt.

Con los documentos almacenados se ha confeccionado durante los últimos 42 años el Archivo Membrado y el  Catálogo de Fondos Bibliográficos de la familia. Uno y otro ocupan dos estancias anexas al dormitorio de la entreplanta y al camarín de la Virgen de la Cama que se encuentra asimismo en este piso entresuelo del inmueble. El arzobispado de Zaragoza concedió a la familia Membrado la capellanía de la Virgen de la Asunción con la obligación de construir una imagen de la Virgen de la Cama con su cama. Hoy se conserva un lecho de columnas salomónicas policromadas y dosel donde yace una imagen de escayola que no es la original de talla en  madera  barroca, destruida durante la guerra civil. Frente al dormitorio principal e igualmente anejo al camarín de la Virgen está el cuarto bajo con dos trujales con más de dos metros de hondo y una capacidad de 300 arrobas de aceite cada uno.         

El ‘quart de baix’ es conocido también por el nombre de ‘cuarto de la reja’ porque su única ventana está abierta a la fachada principal de la casa y protegida por una preciosa reja de hierro forjado con muchos adornos de la época barroca. Entre el antiguo estudio-despacho del regeneracionista y el cuarto de la reja están repartidos los fondos bibliográficos familiares, Este espacio está convertido, además, en el Archivo Membrado, una joya de la historia de Bellmunt y del Bajo Aragón.         

Bajo la entreplanta, en el sótano,  están las cuadras y las bodegas. Hay una bodega principal con dos enormes toneles y existe una bodeguilla que en otras épocas hacía de fresquera para los alimentos durante el verano. En tiempos ya muy lejanos, desde el patio principal las bestias de tiro descendían a la caballeriza por un pasillo que transcurre entre las bodegas. Los pesebres estaban separados por el muro de una pallisseta donde dormían los muleros y se renovaba el pienso de las caballerías.         

Desde 1923, año en que murió sin descendencia Juan Pío, la casa Membrado no es residencia continuada de ninguna familia. El caserón pasa la mayor parte del año silencioso, ocupado en distintas épocas del año, por lejanos descendientes, copropietarios, no obstante, de la Casa Membrado que solo por rigor histórico mantiene su nombre.  

***** Las casas barrocas no fueron construidas con piedra sillar como las renacentistas. 

***** En el vergel o jardín de la casa hay una higuera que tiene más de 300  años. 

***** Los Membrado construyeron, en realidad dos casas en una. La primera en 1724 y la segunda hacia 1840 para el ‘cura Membrado’, Mariano Membrado Soro (1808-1865). 

***** Los balcones no existían en las casas durante el Renacimiento. Aparecieron  en los siglos XVII- XVIII, con el barroco.                                                                 

Imagen de la Virgen de la Cama con su cama barroca del siglo XVIII que se encuentra en un camarín de la entreplanta de la casa Membrado.

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario